Luis Izquierdo
11 Sep
11Sep

El kéfir es una bebida fermentada rica en probióticos, reconocida por sus beneficios para la salud digestiva, el sistema inmune y el equilibrio de la microbiota. Existen dos tipos principales: el kéfir de agua y el kéfir de leche, y aunque ambos se preparan con los mismos cultivos (conocidos como “nódulos” o “granos de kéfir”), sus bases y características son distintas.

Kéfir de agua

Se prepara en agua con azúcar o jugos naturales que sirven de alimento para los nódulos.

  • Es ligero, refrescante y sin lácteos, ideal para personas intolerantes a la lactosa o que siguen una dieta vegana.
  • Se puede saborizar con frutas, hierbas o especias, creando bebidas naturales, burbujeantes y nutritivas.

Kéfir de leche

Se elabora a partir de leche (de vaca, cabra u oveja).

  • Es más cremoso y nutritivo, rico en proteínas, vitaminas y minerales.
  • Durante la fermentación, la lactosa se transforma en ácido láctico, lo que lo hace más fácil de digerir que la leche convencional.

La importancia de no pasteurizar

El verdadero valor del kéfir está en sus microorganismos vivos. Cuando se pasteuriza, estos probióticos se destruyen, y la bebida pierde gran parte de sus beneficios. Por eso, los kéfires artesanales, sin pasteurizar, son los que realmente aportan a la salud intestinal.

¿Por qué los industriales no son recomendables?

Muchos productos industriales en el mercado se presentan como kéfir, pero:

  • Suelen estar pasteurizados.
  • Contienen azúcares añadidos, saborizantes o conservantes artificiales.
  • En ocasiones, no se elaboran con cultivos tradicionales, sino con polvos o fermentos aislados.

Un consejo clave: leer etiquetas

No te dejes llevar solo por la presentación o el precio. Siempre revisa las etiquetas para confirmar:

  • Que no tenga aditivos innecesarios.
  • Que no esté pasteurizado.
  • Que realmente haya sido fermentado con cultivos vivos.

En conclusión

El kéfir, tanto de agua como de leche, es un tesoro probiótico. Pero para disfrutar sus verdaderos beneficios, debe ser artesanal, vivo y natural, nunca industrializado ni pasteurizado. Tu salud digestiva merece autenticidad, no imitaciones.

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